En la sombra del sonido,
quedó la palabra presa.
Adormecida en sus letras.
Ante el silencio reinante,
que frenaba su elocuencia.
Al quedarse sin matices,
que impulsaran su presencia.
Átona quedó en suspenso,
para recobrar la fuerza.
Al pairo de las corrientes,
que se movían con ella.
Palabra que a veces llora.
Palabra que se desahoga.
Palabra que siembra aires,
y que en vendaval enferma.
Palabras que se desatan,
partiendo rejas, cadenas.
De los nudos se deshace,
como el humo de la hoguera.
Palabras que van llenando,
las esponjosas cabezas.
Palabras que sacrifican,
dictando necias sentencias.
Palabras de mil sabores,
que cada boca cortejan.
Palabras de soñadores,
que en otros mundos navegan.
En el borde del silencio.
La palabra quedó impresa.
Con caracteres sin forma.
Como sombras que bostezan.
Sin letras inteligibles,
que recordaran su ausencia.
Como volutas de aire,
plasmadas en una piedra.
En el borde del silencio,
el saber tiene la ciencia.
En silencio se quedaron.
Agazapadas sin fuerza.
Las palabras generosas.
Perdidas entre las sectas.
Suspendidas de los hilos,
de las laboriosas letras.
En orden fueron cayendo,
una a una sin pereza.
La palabra se hizo voz.
Y penetró en las miserias.
Cuando las letras saltaban,
pidiendo justicia eterna.
Rojas de ira y sin miedo,
saliendo de las trincheras.
A.L.
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