Quien como el hombre que te tuvo
porque tuvo tu bien sin querellas
y en el entreacto tus pronuncios;
algún siniestro mentol que chispeaba y chispeaba.
No fue de tu labio el no, ese no
ni fueron las promesas tus pilastras.
Uno en una pira jugaba con tus vientos
mas no como el aedo santo, principesco.
Musa fueron las flores en tu boca, por tu cuerpo.
Musa fueron todas tus beldades enfermizas.
Musa fue tu facundia íntima ¡oh, en los mortales!
¡Y tu rosáceo, en los mares de los salvajes!