Era un lugar solitario con demasiadas velas para caminar por el callejón sin luz. Era tan oscuro que parecían los ojos del callejón de la vírgen sin ser vírgen. Son esos ojos que lloran, es la magia o el calor, sobre ellos, o es un frío inerte como el sufrir o el dolor. Son esos ojos que se deleitan aquí, como un amargo instante de lluvia y frenesí. No se distancian hacia lo más hondo del dolor casi intransigente. Se siente casi imperceptible, en demasiada vil volátil de un fuego devorador. Es tanto calor que conlleva una audaz y solitaria intransigencia que duele en lo más profundo del dolor. Es la lluvia que no calma el fuego devorador y de horror. Es un fuego casi real lo que hacen los ojos sobre las velas. Es una fuerte resaca del sufrimiento. Es lo que no calma en triste agonía. Es la vírgen sin ser vírgen, comete un fuego devorador cuando caen sus lágrimas sobre la tea.