Mi mayor placer es escribirle al viento.
Yo le doy mis deseos y el los convierte en desden.
Le doy mis penas. Mis lamentos se los doy. Le regalo mis amores para pulverizarlos en ansias. Me da tiempo de esperanzas y una que otra gota de tranquilidad.
Le escribo cuando estoy sola o cuando no paran de pasar por mi adelante las personas. Camino días solo para verlo perderse en lejanos paisajes, por eso siempre ando cansada. El viento voraz que en días de invierno es un tanto aterrador, se lleva techos y corazones, algunos calzones y otros con mala suerte pues se los lleva por weones... O los atrae, ya no se que pensar. Mi viento llega lejos, una noche en el polo sur se densó y algunos terminaron tiesos por su frialdad, es a cambio en verano un ángel del sol, en Santiago matarían por abusar de el un momento.
Mi viento, libre y valiente, pero hiriente y calculador, pierde la paciencia y arremese con lo que esta a su paso, algunos dirían «Es un tormento» pues pasa la mayoría del tiempo desahogando su tiempo, en los desiertos hace levantar la arena, solo para jugar. Cuando pasa por el mar, le trae a sus principios pues, suele jugar en las orillas saludando a las montañas, pasa conversando con el agua, hacen bullicio cuando es tan cerca de la arena y echan carrera, el siempre gana... La mar se cansa y se desvanece apenas llega a la orilla, mientras que él, surca las rocas montañosas.
Le escribo casi a diario, pierdo mis años contándole lo que hago.
¿Pero solo le escribo?
Sí eso hago, siempre le escribo que le escribo algo, bueno... ¿Que le podría escribir? si le doy hasta mis lágrimas, le podría pedir, si me da ganas de vivir.
Algunos días, no tengo tiempo de escribir y a cambio le susurro ligeramente los deleites externos, en un mundo donde las galletas son pieza importante del sufrimiento.
Viento ¡Ya sé de que escribir...!
Escribiré cuentos.