A veces me siento un niño que quiere “algo”,
pero no sé que quiero,
me invade un desasosiego,
una comezón que me encabrita el alma,
que me corroe como una lepra.
Nada me satisface, todo me irrita
la pluma se me cae de las manos,
la música chirria en mis oídos
y la comida me repele.
Me amorro a la botella
y sorbo unos tragos amargos
que abrasan las entrañas
y envenenan el alma.
En otro tiempo,
apretaría el pedal en la chapa
hasta perder el control de mis sentidos
pero ahora hay hastío
y me masturbo
buscando una salida a la mala leche,
pero el semen salpica por el suelo
y el magma sigue bullendo en las entrañas.
Cierro los ojos
y tomo el expreso de medianoche
con la esperanza de que me lleve a la estación término
aunque como siempre,
sé que me dejará tirado en una vía muerta.