Anhelo irrefrenable
en el ocaso de mi día
brotas como vendaval.
Tú, marejada mental,
destruyes las murallas
guardián de mis sentidos.
Crespúsculo brutal
inunda de bermellón
un océano infestado
de anguilas,
negra melancolía.
Huyo como cervatillo,
tiemblo,
con corazón acelerado
latidos desgarran mi piel,
en un compás al ritmo del deseo,
sucumbo a tus caprichos,
me olvido de mi misma.
Sentimientos
tras una neblina intermitente
ocultan el desastre
el loco florilegio
de lo no correspondido.
Hojarasca
seca,
quebradiza
es mi piel
que espera lo imposible.
Pesadilla que un día fue sueño
de la que insisto en despertar.
Aurora boreal que presagia:
desierto,
desesperanza
que habita
inmarcesible
mi corazón en soledad.