alupego (Ángel L. Pérez)

EN LA DELGADA LÍNEA

 

Preñada la noche llega,
de mágicas sensaciones.
Mientras el día se vacía,
de durezas y presiones.

Llega en una nebulosa.
Envuelta en velos de seda.
Festonada de pasiones,
que adornan la duermevela.

Voltea el tiempo al más fuerte.
Doblega el viento a la rama.
Se ahoga el que se sumerge,
en la fosa de su flema,
Pierde pie quien se doblega,
ante la perversa trama.

Nace el Sol de la leyenda,
del dios que le dio la sombra.
Nace el retoño del sueño,
que despertó de la siesta.
El velo cegó los ojos,
que se mantienen alerta.

Siembra el grano el hortelano,
con la fibra de su alma.
Cada dedo de su mano,
palpa la tierra que ama.
Templando cada semilla,
cada nervio que se afana.

Soñadores de lo humano,
de la tierra y lo animal.
Dejad que la dignidad,
empape la misma vida.
La de todo ser viviente,
del aire, tierra o la mar.
La esencia de la conciencia.
Que abrazada a la corriente,
de los ríos que la alientan.
Generosamente entregue,
lo mejor de su sapiencia.

Cada terrón que en las manos,
se deshace sin protesta.
Fortalece el sentimiento,
de aquel que el amor profesa.
Dando voz al corazón,
que se calla por prudencia.

Va atravesando la línea,
que parte en dos cada senda.
Cada una unida al hilo,
que las cuida e interpreta.
En los sueños enlazadas,
con delicadas cadenas.
Sumisas en los deseos,
rebeldes en cada afrenta.

Duerme el niño en el sopor,
del capullo que le encierra.
Plácidamente entregado,
a su delgada existencia.
Como se aferra al cordón,
de vida que le sustenta.

Sobrevuela la razón.
A veces su sombra inquieta.
Entre nubes de algodón,
de conjeturas repleta.
A.L.
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