Saborío Parreaguirre, Marco Antonio

Poema al corazón y la mente.

Estoy tratando de estar a gusto con agosto entre resignaciones fugaces y una rompible fidelidad al corazón.

Entre recuerdos de ella como sus besos, caricias y miradas hasta de la poesía que le escribí con las emociones al rojo vivo.

Arrodillado ante el Padre, me cuestiono el porqué de este sentir, me torturo al pensar si sólo yo sentí, si mi poesía no fue comprendida o si sólo jugó conmigo.

En medio de las lágrimas que derramo bajo mi fiel amiga la luna, quiero dejar de pensarla pero fueron las noches las que me vieron escribir inspirado en lo que ella me hace sentir.

Me siento como adolescente ingenuo que creyó en sus palabras, en sus besos y caricias pero, ¿cómo evitar algo tan bello?.

El nido que quería formar para su corazón se ha desmoronado y el polluelo, hecho querencia, se cayó del árbol; siquiera aprendió a volar y ahora ni siquiera podrá respirar.

Por más decisión que tome para olvidarla, la verdad es que no quiero, tengo una pequeña esperanza que me arranca el alma porque en mi pecho hay una espina que me retumba y me pregunto, ¿cuál habrá sido su ardid?.

Una bella crapulencia ha tomado mis pensares como parque de juegos y sus ojos me hacen volar en la torva de la indiferencia.

Me encantaría saber, ¿qué piensa cuando me mira?.
¿Si siente aunque sea la mitad de lo que siento yo?.
O, ¿si alguna vez ha sentido lo que yo siento?

El tiempo se convierte en arenas movedizas para mis pasos, trato de avanzar pero me atasco y en medio del desierto, sus ojos son mi oasis y lo confundo con algún espejismo; mi mente juega conmigo y mi corazón está ahí vulnerable y herido.

Ni con la cabeza, ni con el pecho.
Si siento, no pienso claro y si pienso, me gana el sentir.
Mi intuición se tambalea y no logro deducir ninguna pieza de ella que es mi rompecabezas.

Quisiera matar mi reflejo de un disparo, quisiera dejar de llorar y renunciar al sentir pero no puedo y todo porque no quiero.

Sé que por cada lágrima que hoy brote de mis ojos, más grandes serán las sonrisas de mis labios.

 

Marco Antonio Saborío Parreaguirre.