No es la rosa roja
la que llega a morir...
enlutada en la tiniebla del olvido.
A veces se redime el pensamiento
en versos huecos...
apenas tristes,
mientras una gaviota de plata
pareciera sumergirse exhausta...
en las aguas procelosas del destino.
No sé si un día
he de morir tranquilo...
en mis pensamientos de rocío,
o si un céfiro ardiente
logrará devorar paciente...
la escarcha,
desacreditada de su dicha.
Sólo sé...
en la inseguridad de lo evanescente,
que mi alma
se recreará exhausta...
hasta el último suspiro,
como un estanque
adornado de bellas flores...
en el pliegue desamortizado
por su intranscendente,
y desacostumbrada soledad.