Pocos conocen ese miedo.
Cuando suena un hermoso violín.
No es de extrañarse por completo,
Produce melódicas tonadas sin fin.
He aprendido a mucho tiempo ignorarlas.
He cultivado una sordera tenaz.
Le temo al violín que muchas notas claman.
Nadie sabe lo que en ellas vendrán.
Y es que el miedo paraliza.
El miedo también provoca huir.
Es una tonada muy jugosa,
Quiero que mi inconsciente vaya a fluir.
Vida eterna a esas notas clamadas.
Vida limítrofe a este glorioso temor.
Construyo estos versos con mi magia,
Pero en el fondo lloro de terror.
¿Habrá alguien que no haya temido jamás?
¿Existirá quien esas notas no lo hayan hecho pensar?
¡No puedo creer en ese arpío destino!
¡Ese que una canción desea destruir!
¿Oda al miedo se pudo llamar el poema?
¿Pero cómo olvidar ese odioso violín?
No es lo mismo sentir las fauces de la fauna.
Tampoco lo es el temor por morir.
Y es que le tememos al violín más que a nada.
Estridente y harmonioso al mismo tiempo será.
De verdad no deseo paralizarlos,
Solo no sabemos cómo las notas disfrutar.
Ese violín suena a lo lejos.
A veces se conjuga como si fuera un vals.
Yo solo quiero alejarme corriendo.
Pero como una abeja al polen seré.
Violín de las odas de Orfeo.
Violín de las Hermanas de la Fe.
Has que disfrute a las Walkiryas,
Permite ese amor renacer.
El sentimiento humano es complejo.
Tantas veces lo queremos odiar.
Deja el violín sonando a lo lejos.
No te permitas paralizar.