Ya sé que en cabeza ajena
muy poca gente escarmienta
y aquel que a la suerte tienta
forja a veces su condena.
Aconsejar bien intento,
aunque eso de dar consejos,
es cosa, dicen, de viejos;
yo, pese a todo, lo cuento.
Tras un ridículo esfuerzo
que de aire extra poca cosa
requiere, muy fatigosa
la respiración se ha vuelto
y hasta apurado me he visto,
en crisis respiratoria,
no recuerdo otra en mi historia,
hecho un auténtico cristo,
ahogado por la flema
de una bronquitis aguda
que hace días que me dura
además del enfisema,
que de por vida me aqueja
tras fumar todo el tabaco,
quintal arriba o abajo,
de una abundante cosecha
de negro peninsular
y de rubio americano,
causándome el vicio insano
un daño espectacular.
Y tengo que dar las gracias,
pues muy bien pudo haber sido
peor y haber sucedido
la mayor de las desgracias.
Años ha que dejé el vicio
de fumar, que execro y odio,
y aún surge un episodio
como el descrito al inicio.
He sentido hasta ansiedad
y he superado el agobio,
finalmente, haciendo acopio
de calma y serenidad.
A pesar de estar jodido,
cuando la tos me dejaba,
a poquitos respiraba,
recordando lo aprendido.
Ya sé que nadie escarmienta
jamás en cabeza ajena,
la gente sigue, ¡qué pena!
fumando hasta que revienta.
Un aviso a navegantes:
fumar daña seriamente,
y lo hace insidiosamente;
mejor dejarlo, cuanto antes.
© Xabier Abando, 12/07/2018