Margarita García Alonso

Sedado

 

El perro ha pasado la noche

en la noche sin techo

para convertirse en lobo,

en falso lobo antiguo

que mordisquea el susto.

 

Merodea, si quisiera

estallaría el cristal del péndulo

pero teme al castigo.

 

El perro quiere el cuerpo

que trina en el reloj de cuerdas,

al pajarillo ceremonioso

encerrado en un corazón artificial

entre fibras plásticas,

tras la puerta espera

el segundo para ver el día,

sedado como si fuese víctima

de un accidente de la ruta.

 

Mucho grita en la negrura,

grande es la desolación,

cada campanada le

devuelve a la tumba.

 

El resorte fustiga como un látigo

o quizás sea la sangre que desorienta,

dicen que encontró la redención del pájaro

y su paraíso es avisar que ha despertado,

que será breve en la aparición.

 

Apenas una hora en eternidad solo,

en el fondo del universo y

el silencio muerde su cráneo.

 

Sospecha: es culpa del perro

que se cree lobo,

mientras vigila la última hora,

con sobresalto.