Si tú no fueras la luz que eres,
si por tu garganta no corriera
un manantial pequeño
de agua tan dulce,
si no fueras todo,
y aún si fueras nada,
si sólo fueras
la ceniza violeta de alguna
rosa marchita,
si sólo fueras el eco
del pico de un pájaro,
secuestrado
en el estómago de una colina,
o el pedazo de un rio sin peces
en lo tórrido de algún valle,
si fueras polvo apenas,
todavía sin dudarlo,
todavía,
yo plantaría en ti
mi corazón hirviente,
y regaría con besos,
las flores de tu sonrisa.
Eduardo A. Bello Martínez
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