J.R.Infante

Anocheciste llorando

Anocheciste llorando

porque tu oro ya no era,

el que secaba caprichoso

el sonrosado pómulo de Baco.

El que descosía sonriente

los pespuntes de labios marchitos.

Y tu llanto ascendía

por muslos de ligueros rosas,

carril de dirección única,

olor a colonia defensiva,

espolvoreada

por las esquinas de la habitación.

Entre dientes escupes

cuerpos de mujeres rociadas

de gin semen, luna con cerco;

ahora no alcanzas a llamar

a sus puertas,

quedaste con las nalgas en el suelo

abrazado a una sombra.

A un amigo.

Ellos, los de siempre

(portadores de la verdad, de las ansias,

amantes de horas infinitas),

gritan tu nombre.

¡Ay amor!

Yo no quiero ser esclavo

de azulados burdeles. ¿Para qué si no

la luz del Sol broncea figuras

en la arena?

Llega a mi, aderézame silbando

canciones de marineros.

Duérmeme en las doradas

dunas.

Junto al viento.