Juguemos por un amor
al que ambos queremos,
todo por un ansiado beso
que no obtendrá el perdedor.
Y eso conlleva a un cariño
desesperado, loco, impaciente,
como si fuera deseo de un niño,
un deseo cada día más latente.
Dejemos las reglas claras
y tiremos los dados,
el número más alto gana
y el menor que se haga a un lado.
O si prefieres con cartas
pongámoslas sobre la mesa,
concediendo la más exacta
perfección de nuestro juego.
La apuesta es un amor
que no puede ser de ambos,
si la ruleta está de un lado
el otro sólo dirá adiós.
Antes bien, yo te confieso
que soy un experto en este juego,
el deseo inerte y el sueño
son mi principal amuleto.
Puedo perder, estoy de acuerdo,
la suerte dirá si me condeno,
o si tengo bajo mi manga
un as con el cual se gana.
No te negaré mi desconcierto
al vernos como únicos jugadores.
¿Prefieres jugar baraja
o algún otro juego de roles?
Quiero hacer esto justo:
podríamos intentar la ruleta rusa.
Si contigo la bala se rehúsa
mi perdición me llevará a la tumba.
Ansío que cerremos el trato,
quien gane se lo lleva todo.
El perdedor, cual vil tirano,
se llevará nada en lugar de poco.
Quien gane el juego de azares
se llevará una gran sorpresa,
tendrá con él a su \"princesa\"
y su oponente se irá con rabia.
Va todo al ganador.
Empecemos con este juego
justo, limpio, además secreto,
donde tú y yo luchamos por amor.