alupego (Ángel L. Pérez)

LA VIDA SIGUE SU CURSO

 

Campos sembrados de hinojos.
Que de amarillo vestís.
De las luces de sus ojos,
se alimenta el devenir.
Futuro de suaves vientos,
con olores de azafrán.
A tu rescate vendrán,
para llenarte de elogios.
En una sutil caricia,
los labios se abrazarán.

Mirada que siembra el miedo.
Cordura que al ser enojo.
Se convierte en la locura,
que despierta a los demonios.
Bestia humana que arrebata.
Cerril mente que somete.
Manos sucias como garfios,
que ahogan la voz silente.
Como cerrojos de acero.
Van atenazando al miedo,
que va llenando las mentes.

Libres las aves cantoras,
van desgranando sus trinos.
Sus voces madrugadoras,
se elevan al infinito.
Llevan mensajes de vida.
Pero también de advertencia.
Se va degradando el aire,
que lejos sus notas lleva.
Y se pudren los cimientos,
que sostienen la existencia.
Una enfermedad incurable,
si no se toma conciencia.

Campos sembrados de vida.
Raíces que las sustentan.
Savia preciosa que fluye,
en sus intrincadas venas.
Se van doblando los tallos.
Que como gráciles mimbres,
recuperan su entereza.
Lentamente se doblega,
el grito de las praderas.
Amontonadas razones,
que frágiles crecen enhiestas.
Doblegando voluntades,
con verdades de opereta.

El Sol se va retirando.
Y en las colinas se acuesta.
Mañana despertará.
Mientras la Luna se duerme,
en el fondo del planeta.
La vida sigue su curso,
cada día con más pereza.
A. L.
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