Soñada fascinación,
me provocaron tus ojos,
desde aquella tarde gris,
en que feliz bebí sorbos,
de tu mágica mirada,
quedando rápido absorto,
de ese imborrable momento,
que guardo como un tesoro,
en mi fausto corazón.
De tus labios, los contornos,
fueron almendrada pulpa,
provocando los antojos,
por apasionados besos,
que fueron divinos ósculos,
suspendidos en el tiempo.
Tu boca fue patrimonio,
guardado con la ternura,
en un espacio recóndito,
del corazón siempre lleno,
de sentimientos gozosos,
provocados por tus besos.
Soy afortunado como
el ufano jardinero,
que revisa los peciolos
del colorido rosal,
lo libera de rastrojos,
acariciando los pétalos,
que, como labios exóticos,
provocan esa caricia,
del intenso beso próvido,
único en tu sensual boca,
del cuál quiero ser custodio.
¡Son briznas de primavera
que le dan vida a mi otoño!