Verano Brisas

TEODORA

Lujuria y ferocidad

no eran invenciones mías,

sino fuerzas primigenias y universales

en todos los reinos de los vivientes.

Giovanni Papini

 

Qué pronto iniciaste tus devaneos prostibularios

por todo el norte de África.

¿Cómo negar tu inteligencia y desmesurada ambición?

 

Con tus jugadas maestras mezclaste imperio y putería,

hasta doblegar, según Procopio,

los últimos reductos del sañudo Justiniano.

Ni el prostático Pontífice de Oriente

escapó de resbalar entre tus piernas.

 

Buena esa, Teodora, porque de ahí en adelante

fuiste reconocida como gran emperatriz

de los vastos dominios bizantinos.

 

No hubiera sido preciso, sin embargo,

enviar a tantas pobres muchachas

hacia las costas del Bósforo,

por desear simplemente, como tú,

mantener sus rodillas separadas.

 

Imperdonable, Teodora, tu sadismo

con quienes sólo pretendían ofrecer

su tibia y acogedora manzana

a posibles y erotizados transeúntes.