Calandria Soñadora
Surca el aire una calandria
Sintiéndose dueña de sus ilusiones.
Surca el aire sobre la sima,
De una tosca y hosca colina,
Cargada de riscos y farallones.
Se aventó más alto y más alto,
Llevando consigo un extraño sueño.
Una blanca nube atraparía,
Nívea túnica de luz del día,
Para ponerla sobre su pecho.
Pero pronto descubrió la avecilla
La realidad de las nubes blancas.
Ellas, no cabe duda, son bellas,
Sedosas, puras, y castas,
Pero etéreas y muy blandas.
Trató por muchos días, tomar una de ellas.
Las chicas veloces volaban,
Las medianas se elevaban,
Y las grandes, allá muy alto,
Un gran secreto guardaban.
Cansada de surcar los aires
En busca de las nubes blancas
Bajó hasta los farallones,
Donde contó sus desilusiones
A un viejo cuervo que la miraba.
Las nubes no son del azul cielo,
Ni pertenecen a los vastos suelos.
No son de los perlinos mares
Ni de los bellos palmares
Ni de los verdes viñedos.
No sabemos donde nacieron
Ni donde morirán un día.
No tienen un sólido cuerpo
Que pueda acoger el afecto
O los besos de una avecilla.
Donde las ves hoy, mañana no estarán.
Ellas volarán sobre extrañas montañas
Sobre valles, praderas, ríos o lagos,
Donde llorarán por un rato
Y desaparecerán en lontananza.
Las nubes, ya vez, no existen
-contó el cuervo a la calandria-
Ellas son un fantástico espejismo
Del agua que en su delirio
Permea la tierra con su abundancia.
Las nubes son ilusiones etéreas
Sueños de otro tiempo
Como llegaron así se irán
Y sólo en tus memorias vivirán,
Acuarelas pintadas por el viento.
Deja de soñar calandria,
No ves que inviertes tiempo
En cosas superfluas y vanas
Cosas que existen sobre la nada
Y que no sanarán tus lamentos.
Deja de soñar calandria
Muy alto te has movido.
Vuelve a los bosques floridos
A las ramas de los pinos
Donde convergen tus añoranzas.