Qué grande mi casa, cuando te extraño
Perdido en el lúgubre bosque oscuro
Que hay desde mi cama hasta el baño
Lleno de demonios que me hacen daño
Que ya no huyen de tu paso limpio y puro
Y en mi sala hay un muro de silencio fluido
Que desemboca en el desierto de tu ausencia
Ahí donde hace falta la algarabía y el ruido,
De gritos a perros, que no han conseguido
Con sus ladridos, suplantar tu presencia
Hay en la cocina un silencio solitario
Y ya no suenan sinfonías de cacerolas
El café se hizo perezoso y estrafalario
Una sartén triste me acompaña a diario
Las cenas que acompañan mis horas solas
En el patio, el juego de jardín se aburre
O se moja del océano de lluvia triste
Y la jungla del jardín triste se escurre
Con terror de un corte que no ocurre
Y un talante jardinero que no existe
Qué inmensa que está nuestra casa
Qué ancha que quedó nuestra cama
Qué pena, que llega y nunca se pasa
Qué frío el fuego, que ya no abrasa
¡Qué débil, el grito que por ti clama!