No sé qué chingados
le han puesto hoy al suelo de la avenida,
pero no puedo sostenerme en vertical,
posiblemente la lluvia que casi mengua
remojó tanto el suelo
que el fango amenaza con emerger,
borrando la máscara de porcelana
que a la ciudad le vamos dando;
por las estalactitas de luz
que desde los balcones derrapan,
descienden murmullos,
descienden lamentos;
no, descienden gritos…
¡no! descienden gemidos;
gemidos de secretos inconfesos
que pernoctan bajo las sedas,
para mañana emerger
emperifollados en casimires y carmines;
caen sobre mi
y con su impacto cimbran
esta pulcra humanidad que zozobra
y parece sucumbir a la gravedad;
la brisa
que desde no sé dónde me azota inclemente,
coadyuva a la dificultad
que tengo esta noche
para avanzar por las baldosas del camino,
pero otro pasito más,
uno más,
el prometido portal,
con la consiguiente alcoba
y el mullido colchón estoy por alcanzar.