Me encanta tu sonrisa.
Tu sonrisa velada,
tus hoyuelos graciosos
tus mejillas doradas.
Tu mirar de una ardilla
colgada de una rama
con tu dulce modestia
y tu honradez, ya rara.
Te pienso muchas veces
en mi triste morada
cuando la tarde ocre
se asoma a mi ventana.
Cuando miro hacia el techo
recostado en mi cama
y proyecto al futuro
el vacío de mis ansias.
Si caminas al frente
con tu estampa de Diana,
con tu ropa sencilla,
con tu pelo a la espalda,
siento bullir de nuevo
esas notas pasadas
que incendiaron mi alma
con musical nostalgia.
Pero te vas y entonces
al fondo cincelada,
de mi ser, sólo queda,
tu sonrisa velada.