Anoche huías de mi cuerpo en celo
cual gacela menuda y asombrada
Y buscabas cobijo entre mis brazos
Como niña mimosa y asustada.
Tus senos florecían en mis manos,
tus labios, frutas rojas, me embriagaban,
el olor de tu cuerpo me encendía
Y tu aliento de fuego me inflamaba.
Tu vientre se encogía temeroso
tu dulce madreperla palpitaba
rezumando perfumes amorosos
que templaban el filo de mi espada.
Recorrí tus rincones más oscuros
con la antorcha encendida de mi lengua...
pero todo fue en vano y te dormiste
enredada en mi pecho y en mis piernas.