Nada ocurre al azar por más que hayamos
confiado al azar nuestro destino
y hablemos de accidente,
albur,
fortuna
o digamos que el mundo es una caja insondable de sorpresas.
Todo tiene un porqué y cuanto ocurre
es siempre para bien,
no sólo el sol,
el agua,
las montañas,
sino incluso el dolor que da sentido a ese hallazgo secreto que es la vida
o ese beso que avisa del final de un idilio
y es señal de traición.
Siempre hay una razón para sentirte dichoso
-una brizna de hierba o es estrépito
de una bala en la noche
también tienen su magia-,
la muerte, por ejemplo, el gran misterio,
es parte de la vida, va en la vida,
y si existen las sombras las produce la luz
y ambas, muerte y sombras,
vienen del mimo origen y atesoran
la misma eternidad.