La llovizna comenzaba a dejarnos
charcos perlados sobre las horas,
y el zumbido del viento sur
que arremolinaba el ocre de las hojas
hacía una danza sublime de otoño
con las cenizas de nuestras miradas rotas.
Y las esponjosas nubes cubrían el cielo
a una distancia herida,
casi se podían rozar, si soñabas despierto,
y, con un poco de osadía,
sería posible deshacerlas con los dedos
y armar colchones rojizos
tan suaves, tan perfectos,
para acurrucar entre sus pliegues tibios
al corazón cansado,
para que el recuerdo dormido
piel adentro no duela tanto…
Envuelta en este paisaje,
mis pensamientos iba desandando
con la mirada perdida en la tarde
y los ojos del alma empañados,
porque no he sabido desterrarte
de cada sueño que un día habitamos,
no he podido poner punto y aparte
y ahora te busco, con nuestro ayer en las manos.
Te busco para volver a sentirte mío,
en cada aliento, en cada brizna de aire,
te busco en el rincón de todos mis vacíos
y en cada beso que en mi cuerpo tatuaste,
a fuego lento, por siempre indelebles,
si mi alma te acaricia dentro mío
tan bello, tan intenso, tan ausente...
que aún eres mi paisaje favorito.
Cecii Ailín