...¡Renacerás, deseo!
y no dirás tu otro nombre.
Saint John Perse
Preferiste a los clérigos, eruditos y poetas
lo mismo que la buena vecindad
de la iglesia de Santa Lucía.
Además de una preciosa villa en el campo
ganaste con tus mañas
suntuosas residencias en pleno corazón romano.
Emulaste cuerpo a cuerpo con Beatriz,
la que, según algunas lenguas, fue íntima de Rafael.
También con Tulia, la de trenzas doradas,
que murió sin cobre junto al Tíber.
Y qué decir de Nana
vendiendo cada noche una nueva virginidad
antes de robar a los parroquianos,
mientras éstos soñaban complacidos
con la reciente y ficticia desfloración.
Pero nada fue bastante para ti.
Tu inmensa soledad sólo acabó
cuando cortaste voluntariamente
la red libidinosa de tus pocos años.
De la vida escabrosa que llevaste,
queda apenas un mármol honorífico
y un escozor indeciso en nuestros falos.