Parecen los mismos trinos,
los mismos arrullos,
el mismo silencio abajo,
la misma algarabía en
los tejados, ya no se oyen
los rezos, los cipreses
apuntan al cielo y los
mirlos se adueñan del
suelo.
Aquí no hay nada
muerto,
el mirlo ha llenado el
claustro, el ciprés es
generoso refugio para
los músicos del silencio.