Carroña
La carroña yace negruzca y guinda, bajo la tierra ya la disfrutan.
Todos los hombres juntos, los del pasado, los del futuro, somos apenas un sólo Prometeo de costilla, de errores y barro.
No hoy, ni mañana ni pronto, pero un día, el cielo se volverá amarillo; el sol secará todo. Sólo abra estruendo y ruido.
Tengo la seguridad que un día, si así se le puede llamar a ése momento, el suelo estará sangrando y lleno de ojos opacos tendidos junto a coágulos y sesos y todo el hierro reunido en nuestra tierra.
Golpe tras golpe el trueno también va a agonizar y dejarán de nacer estrellas, y ni ellas ni las lágrimas ni cada uno de los granos de arena alcanzaran para contar las perdidas.
Sólo quedará un vientre estéril de arterias reventadas. Sin piedad, sin belleza, sin maldad, sin razón ni vida, ni huesos ni cuerpos, quedaremos planos. Todos juntos aplastados empezaremos a dar vueltas y vueltas, girando en el vórtice infinito del agujero más negro de todos. Y así todo será vacío y llegará la eterna nada.
La carroña yace negruzca y guinda, bajo la tierra ya la disfrutan.
Pero las arpías del tiempo todo buscan, hurtan, rasgan y devoran. Y en ése momento cuando todo acabe, y en ese reino ya ni lo podrido, ya ni siquiera lo muerto es.