Mi culpa indulgente me pesa,
me persigue, me castiga,
me colma hasta mis orientes,
se voltea y me fustiga.
Lo culpo, de mi ausencia requerida,
de su mirada de hielo,
de sus besos en mi frente,
y de mis pasos certeros.
Lo culpo, de su tiempo en piel ajena,
de su tatuaje en mi pecho,
de su amor tan reclamado
y de mi fuego en su lecho.
Lo culpo, de mi sonrisa,
de su andar desorientado,
de sus mentiras, las mías
y del porqué no regreso.
Me culpo, de su abriles sin flores,
de sus julios tan sombríos,
de diciembres separados,
que ya no serán los míos.
Me culpo, de tantos días iguales,
de mis cajones vacios,
de mi lista de quehaceres,
de su dolor y del mío.
Siracusa sin fecha.
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