Cruzó la frontera de los sueños.
Como una exhalación.
Una afilada espada que atraviesa,
el vacío infinito del recuerdo.
Una ensoñación que se recrea.
Repetida mil veces en la mente.
Una desilusión que queda impresa,
en cada poro del amor ausente.
Una daga mortal que la secciona.
Que la trocea sin compasión.
Como una guillotina que cercena,
De cada recuerdo su simiente.
El pánico emocional que se abre paso,
en la espesura troncal de la existencia.
Una pasión bordada con andrajos,
en el viento infernal de la locura.
Sabia la sombra, unida al cuerpo vaga.
A cada vibración le da la mano.
Sortilegios de vida que navegan,
en el inmenso mar de los humanos.
Rota la pausa se acabó el misterio.
Y en un atardecer de risas locas.
La razón que la anima va naciendo.
Manantial de sabias condiciones,
vestida de ilusión y de emociones.
Perdido amanecer de la nostalgia.
Salpicado de historias no vividas.
Carrusel de ideas que se anudan,
formando un todo que se olvida.
Ausente la razón se queda solo,
el corazón prendido de la vida.
Una latente y furtiva letanía,
se va abriendo paso en su agonía.
Llegó la primavera reventando,
las fronteras de hielo revestidas.
Un inmenso concierto se despierta,
de la invernal lasitud en la que habita.
Explotan de la tierra sus razones.
Como canciones de voces infinitas.
Y un torrente de notas se desliza,
por cada gruta, por todos los rincones.
Velada la aparente compostura,
detrás de la cortina que la encubre.
Declarado su rostro se descubre,
la verdadera esencia que la anima.
Y en un salto mortal de su andadura,
queda patente su pertinaz locura.
Agravios son los gestos educados,
que disfrazados de intención,
son meros rictus de pintada ternura.
Liberado el corazón se va agrandando,
ensanchando el amor de su estructura.
Y en una suerte de mágica aventura,
lo necio que fue ayer, es hermosura.
A.L.
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