[Narraciones de Claustro Universitario y Extramuros Académicos]
Por Alberto JIMÉNEZ URE
No fui a esa fiesta del «Colegio de Periodistas», una de tantas que se hacían en su sede del «Acuario de Mérida» [1994] Eran fabulosas, organizadas por el perspicaz y afable Alfredo Aguilar. Aquellos agitados tiempos, el lugarteniente del Rector Rodríguez Villenave [un tal Pedro Pesadilla] solía amenazar con su tesis corporativa según la cual las remuneraciones de los comunicadores de «Prensa Institucional» debían ser proporcionales al material informativo que lograren publicar en los diarios del país. Si en ningún periódico aparecía un texto informativo tuyo no tendrías sueldo.
No me asustaban las estupideces del truhan porque yo asesoraba al Presidente del diario Correo de Los Andes [Napoleón De Armas] y podía publicar, semanalmente, hasta tres reportajes de «página entera» ahí. Espacio que utilizaba, fundamentalmente, para enaltecer nuestra Universidad de Los Andes. El desafío me gustaba porque mi padre -y un tío- fueron supervisores de 04 pozos en la transnacional The Creole Petroleum Corporation, y recibían el equivalente a 07 mil dólares mensuales cada cual por sus labores, desde el Año 1965. Generaban poco más de 500 mil dólares diarios a la empresa.
Durante la parranda de amigos periodistas, un recién llegado mercenario de prensa y difamador al servicio de Pesadilla comentó borracho que «[…] que el profesor Napoleón De Armas había perdido uno de sus ojos cuando fue un joven rebelde del Socialcristianismo que participaba, con frecuencia, en disturbios estudiantiles y recibió un disparo […]»
Al siguiente día, mi amigo «Napo» envió una furiosa misiva al Rector Rodríguez Villenave: ripostaba haber sido difamado por un periodista institucional anunciándole, además, que la Universidad de Los Andes tendría las puertas cerradas en su diario. Llegué a Prensa Institucional a las 11 am., donde fui informado por nuestra secretaria sobre los hechos.
-Pedro Pesadilla quiere hablarte porque está convencido que fuiste quien transmitió ese terrible chisme al Doctor Napoleón De Armas –me dijo muy nerviosa-. Quiere decapitarte. Te espera en el despacho del Rector […]
-No estuve en la celebración de anoche –aclaré a Nellys Castillo-. Llamaré a De Armas y me reuniré con él.
-Pero, Pesadilla y Michel te esperan.
-Diles que estoy enfermo.
Llamé telefónicamente a «Napo» y me invitó almorzar en el Restaurant del Hotel Gran Balcón, situado en el Sector «Paseo de La Feria» de Mérida. Estaba muy irritado, pero pronto pidió una botella de whisky y comenzamos beber. Desahogó hablándome sobre los secretos del Rector:
-Michel compró un pequeño yate y, el mismo día que trasladó a la Isla de Margarita a sus compinches para arrogar su riqueza, se incendió en la costa –aseveraba-. ¿De dónde obtuvo tanto dinero para comprarlo?
-Cierto, Napoleón –inferí-. El profesor Jesús Serra Pérez me comentó el asunto de esa embarcación.
Comimos e ingerimos licor hasta, aproximadamente, las 03 de la tarde. Lo convencí retirar el veto a «boletines informativos» que emanaban de nuestra Oficina de Prensa, porque no fuimos culpables de propagar rumores en su contra.
-Mi veto no te incluye, Albert –aclaró-. Eres mi hermano […]
-Pero, mis compañeros de trabajo también son inocentes –le expliqué-. Incapaces de perjudicar a ninguna personalidad universitaria. Son intachables.
Desde la barra, el Presidente del Correo de Los Andes telefoneó al Rector para decirle que yo lo persuadí de suspender el veto sancionatorio al Rectorado.
-Gracias a Jiménez Ure, la Universidad de Los Andes ahorra millones en materia periodística-publicitaria –le decía a Michel-. Ya no lo jodan más […]