El guerrero lucha en tierra tricolor, en sus selvas, llanos, valles, ríos y mares, para seguir el predicamento “DEBER ANTES QUE VIDA” que con llamas se escribió, pero el horror a pérfida salud, enseña la abominación que amedrenta aun al más valiente.
Toda una legión de combatientes se enfrenta a la verdad de que de sangre y llanto se vuelven los ríos con su caudal. Admiran la valentía se espantan con la realidad, que, aunque ganes la guerra es muy alto el precio a pagar.
Al brazo del combatiente lo anima a continuar la promesa de que “justicia es libertad”, solo espera salir de esta condena; porque, aunque luche por una buena causa, es su vida su mayor virtud, quiere volver con los suyos, más su deber es con la patria que ansiosa espera no más sangre derramar.
La paz para el soldado se convierte en el más sublime regalo, que casi se puede comparar con el paraíso más extraordinario. La esperanza es lo último que puede perder, y mientras la batalla continua en auge lo único a lo que se puede aferrar.
Muchos se baten a un duelo del que se siente lejos el fin, es allí donde entregan su último aliento y de su epopeya encuentran final, se convierten en seres volubles con almas frágiles ante el terror de caer inerte. Aunque siempre hay aquellos que solo esperan el abrazo de la muerte.
Se vuelve el mayor enemigo el miedo, la incertidumbre y la soledad más aún que el otro bando, porque cuando lejos se ve el término de la guerra, todo se va acabando, en ocasiones ni la fe misma le sirve. Simplemente quiere tener una noche apacible, en la que los tormentosos recuerdos de las vidas arrebatadas no se ciernan en sus sueños, que los gritos desesperados no resuenen en sus oídos, que el olor a sangre desaparezca del aire…, quiere terminar el suplicio, culminando la misión encomendada hacia el bienestar de quienes esperan la protección pues aunque muchos no lo sientan para otros es su diario vivir, inmolan sus tierras incluso sus vidas para llevar paz y salvar otras almas.