A un amigo
Habíamos construido un mundo
que era sólo nuestro mundo.
Allí todo estaba permitido,
tanto, que la imaginación no tenía límites
en ese, nuestro mundo infantil.
Allí, nos sentíamos apartados
del otro mundo,
el mundo de los adultos.
La muralla era tan infranqueable
que nadie podía penetrarla.
Y así nos sentíamos protegidos,
solos tú y yo en ese,
nuestro mundo.
En nuestro mundo
las cosas no eran sólo eso... cosas.
Nuestro mundo estaba poblado
por seres animados.
Todo cobraba vida allí.
Un botón o una piedra podían ser tanto una persona
como un pájaro.
Unas cuantas ramas muertas hacían nuestra casa,
la cual era ocupada por todo tipo de seres vivos,
seres que nadaban o volaban
pero sobre todo… sentían
Nosotros mismos nos transformábamos
en todos esos seres
Y así nos apartábamos del mundo confinado y frío
de los adultos.
Ellos no podían comprendernos
y nosotros
poníamos especial esmero en mantenerlos alejados
de ese… nuestro mundo.
Y si alguien osaba aproximarse
simplemente cerrábamos la puerta
o fingíamos que éramos sólo eso,
niños que jugaban.
Cuando no éramos sólo niños
sino dos personas construyendo
todo un mundo.
Hoy ese mundo
pertenece a ese reino indefinido
de los recuerdos.
Ese reino habitado por seres
que deambulan,
por seres que ya no están vivos ni muertos
sino simplemente están…
Morando en ese mundo impreciso de la memoria.
Allí estamos tú y yo
y todo nuestro mundo de la infancia
ha quedado convertido en imágenes,
en imágenes detenidas
como estampas en la memoria.
Allí permanece sólo un trozo de recuerdos,
en el cual estamos tú y yo, siendo niños,
construyendo todo un mundo
poblado por seres vivos.
Ahora que tú ya no estás vivo
sino que sólo moras en ese mundo incierto
de los recuerdos.
Susy Espeche. (Capitana Luciernaga)
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