Quién a la piedad
no se rinde
cuando tras las ventanas
de una tarde espesa
como el alma del prestamista
contempla el hálito entrecortado
del pétalo herido agonizando
el aliento postrero
del último colgajo
al que aquella rosa enferma
se obstina en aferrarse.
En: \"El sentido del navegante\". Editorial Instituto de Estudios Modernistas, Valencia, 2000.