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Esta en Colon cincuenta y nueve,
cayendo de plano el mes de Febrero,
ancha es la acera y no lo parece,
un mar de paraguas, algún sombrero.
El mundo esta gris también la gente,
las fachadas tan sucias como el cielo,
todos con prisa y no porque llueve,
es como ver un torrente de espectros.
Hombres, mujeres ¿o son lo mismo?,
confundo sus trajes con el cemento,
¡que aprisa corren!, ¡que sinsentido!,
aunque van rápido parecen muertos.
Esta el vagabundo borracho perdido,
en la calle Colon cincuenta y nueve,
parece una isla ese cartón de vino,
que levanta su mano sobre la gente.
Llevando un gorrito chillón amarillo,
la solapa repleta de pins de colores,
pantalones azules, oxidado el carrito,
cinturón a tiras y una hebilla enorme,
cantando el borracho, medio poseído,
parece un pendulo y se balancea,
le hacen ruedo y vocifera el cretino,
andando a trancas con su quimera.
Y a mi, que me parece un mirlo,
que aparta su pico de la tierra,
para contemplar el cielo infinito
y cantarle en medio de la guerra.
Y a mi, que me parece una flor,
en medio de la inerte basura,
con sus vivos pétalos del color,
con que se viste la hermosura.
Y a mi, que me parece un poema,
el grotesco borracho con su vino,
que le gusta cantar aunque llueva,
regalando estridentes alaridos.
Y a mi, que me parece un poema,
entre las prisas y el egoísmo,
perder la civilizada cordura,
cuando no quedan amigos.
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