Hay una mujer que me quebranta en la distancia.
Repletas intenciones que caen sobre
lo profético de mis sueños.
Hay brazos que son corceles,
vientos que pasan sobre las crines de la vida.
Sombras gigantes de deseo
y un eterno tenerte que levanta los cadáveres de mi sentir.
¿Cómo sería el embate de esta sombra que te desea?
Ahora que te escribo desde esta tenaz espera
que no tiene orillas,
pero si violentas aguas de un nombre que es bodega
y alberga vinos que tiemblan
sobre el embate de esta necesidad que se consume
en mis manos y en la distancia que me rodea.
Quien me ampara este deseo de aguas atacadas
que tiene caballos de sal necesaria.
Será tu nombre de números sucedidos,
de aguas circulando sobre las silabas de tu
apellido principal.
Me sentaré en las esquinas de mi solvencia.
Aquellas que mis manos aprietan hundiendo mis uñas
sobre esta piel que desgrana los vientos de una cercanía,
que no es más que estar dentro de ti.
Me iré despacio imaginando tu gemir.
Silencioso y con las puertas abiertas,
para que la lluvia de tus días ahogue todas las tripulaciones
marineras que me orientan y me lastiman.
Adiós te digo mujer con el rostro lleno de calles
que me llevan a ti.
Se equivocó el calendario y de lamentos los días,
y las noches donde mis manos son carbones de deseo
y hay vientos de medianoche que provocan incendios
en la alcoba de los crepúsculos que quisiera mostrarte.
¿En qué estación me esperas?
¿Cómo es el llanto necesario que te llama?
Mi piel se derrama sobre los parpados que golpean
esta necesidad de tenerte.
Hay trenes que pasan haciendo ruido.
Pasajeros que quieren morder tu piel.
Transeúntes que se caen sobre su tiempo.
Me voy al tálamo en donde te deseo.
Allí, mi voz podrida te llamará otra vez
y respiraré una vez más las letras de tu nombre.
Así tendré los aromas necesarios y las uvas que son lluvias.
Climas de tu nombre que pronuncio despacio
para dormirme en ti, imaginando un espejo donde te veo
tendida y mordiendo este afán emprendedor que me acerca a i.