Clavelina

Por tu gracia, gracias

         Y que amarte sea una sonrisa,

la sonrisa perpetua de esta alma pequeña.

Que contigo siempre sueñe,

que soñando, estoy contigo.

¿Quién lo sabe? ¿Quién lo grita?

No lo hacen mis manos,

no lo hace mi voz,

no lo hacen mis ojos,

lo susurra mi emoción.

Aquella con la vida en sus brazos,

esa alocada sensación.

 

¡Gracias, amor mío!

Ahora que puedo hacerlo

te diré con unos trazos

lo que siempre dibujé con más palabras:

te he retratado, quizá, diez veces.

Y si lo dicen las horas,

tal vez sean mil.

Dejaba yo a las musas

danzar sobre mi lápiz.

Ellas, delicadas, consoladoras,

me dejaban tu reflejo en el papel.

Mis hojas, mis palabras

se teñían de tu ser azul,

aunque entre las letras

viera tus otoñales abrazos,

aquellos que ahora me dan luz.

 

Vida mía, sigues en mis sílabas.

No has dejado de ser

el color del cielo,

el color del mar

que tanto fuego me diera

cuando nunca lo pensé alcanzar.

Ya podrás tú ver mi pasado

al recorrer los caminos

por lo escrito, lo plasmado.

Palparás con tu mirada

cuánto te quise y te anhelé,

cuántos suspiros pasados

repitiéndome que no estaría a tu lado,

que mis sonidos

nada tenían que ver con tu melodía,

que debía continuar

andando en búsqueda

de todo lo que hoy no tengo,

de todo cuanto no era para mí.

 

No lo hubiera dicho

ni lo hubiera creído:

eres más grande ahora

que hace unos cuantos meses.

Retumbas por todas partes,

vas volando por mi mente,

pintas mundos tan diversos

y en todos y cada uno de ellos

me haces amarte lento.

Toma, te doy todo de mi vida

para siempre ver tu arte,

tienes entero mi interior

para hacerte cada vez más bello.

Haz lo que quieras dentro mío,

todo, todo es tu espacio.

Sólo espero a tu pincel

lejos de colores de olvido.

No querría ver distancias

dolientes, interminables.

Ni esculpas lágrimas que humedezcan

portales por los que has partido.

Sé que lo sabes, hay pórticos abiertos.

No soy quién para encarcelarte.

Cuando se quiere a alguien

no se puede atarlo, cortarle las alas,

y menos las tuyas, que me enamoraron.

Por eso eres libre,

por eso hasta la luz de hoy, te amo,

porque te has inclinado al costado

de brindarme placeres y vida.

 

Linda historia es esta, cielo mío.

Saber que estás ahí

amaneciendo, anocheciendo,

entre estrellado y enlunado,

cubriendo mis sueños con magia;

que te tengo sobre mí

para abrazarme a la gloria,

para besar la vida

más allá de la vida.

Saber que infinito eres,

muy profundo, con sorpresas,

con tantas maravillas

detrás de unos ojos de noche.

En ti crece mi mundo,

le das forma con caricias,

lo llenas de tu esencia

y mi mundo eres tú.

 

Eternidad es lo que pido

para continuar con esta obra:

enamorarme a cada día,

enamorarte de mil maneras.