Sé que mi nombre
es una ilusión de mi memoria,
que mis huellas se marchitan
cada vez que en el firmamento
se iza la bandera de la noche,
que los astros son cenizas
que la aurora barrerá,
pero sé que estoy aquí.
Podré cerrar mis ojos
y acariciar de nuevo la hojarasca,
empaparme de la tierra como del agua
lejos de la ponzoña
en los lagos de la sangre;
cantarle mis himnos
al pájaro mudo del tiempo
y devolverle el sonido
a las caracolas que perdieron el mar.
Mañana amaneceré
en la civilización del olvido,
apenas sentiré cuando emigren
las aves de mis sueños.
Yo las esperaré,
navegando en la burbuja
que complementa los océanos;
sobre las palabras pronunciadas,
sobre los silencios inconclusos.
Y cuando llegue la madrugada
las dejaré libres,
para que volvamos a encontrarnos
más allá del umbral de la tierra.
Hoy, ellas resplandecen
al otro lado del mundo.