Habré de seguir tu caminar,
Que en cada ocaso culmina,
Y que consume el tiempo,
Donde las huellas a la deriva.
Se ocultan bajo las olas.
El mar me arrastra
Incesante, bajo la costa,
Y yacen de mi
preguntas sobre la arena
¡Oh, querida!
¿Por qué me destierras
con tan bella desesperanza?
El tren se ha marchado
Y yo aún sigo tu camino,
Donde el verdor del campo
Nos mantiene con vida
Y donde he llegado a amar
el ámbar de tus ojos.
He de besar las manos
de la mujer que perpetua,
estas noches incanzables,
Y que me condena el sentir,
de nuestras caricias,
de nuestros suspiros,
de nuestro querer.
-M-