Tiene que llevar una tarjeta
de identificación, sobre el pecho
ya casi hundido, para poder ver
los bólidos desde la pista.
Aquellos bólidos que él pilotaba
exponiéndose a peligros más
reales que las acechánzas de
la familia de Liz Taylor
en la ¨La gata sobre el tejado de cinz¨.
Es cruel que nuestros ídolos se
vayan deteriorándose ante
nuestros ojos y que los ojos azules
de Paul Newman sean cada vez
más grises.
Este Don Quijote judío de
facciones vigorosas de héroe
angloamericano, ha salido con
su cáncer pulmonar por sus propios
pies del hospital, quiere vivir
su último capítulo con su Dulcinea,
su última compañera leal, Jeanne Woodward,
os deseo un adiós dulce y prolongado de este
vuestro humílde admirador.