Sé que vendrás,
cuando la luz
comienza a derramarse
desde el vaso del día,
convirtiendo mis ojos
en prisma para sus colores.
Y volverán mis manos
a sujetar tu talle silencioso,
y la boca dispondrá
todo su espacio
para sujetar los besos.
Suspendidos de ésta edad,
van quedándose
en el aire,
limpios pedazos de
la primavera,
madurándose en las rosas,
que adornan
de rojo las imágenes.
En el cuaderno abierto
del pensamiento,
se resguardan instantes,
que se instalan,
pronunciando un concierto
de dulzuras crecidas.
El fuego con hambre
nos recorre hilo a hilo,
haciendo rodar
una hora sólo nuestra
de una canción
que reluce
entre olas,
sobre los cuerpos,
y habla de un amor.
Eduardo A. Bello Martínez
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