Eres el sol naciente que iluminó un día
la oscura y fría noche de mis años,
la tibia y suave brisa de abril
que acarició mi otoño adusto y cansado.
Eres la tentación del fruto prohibido, el pecado,
penitencia y absolución, confesión en mi santuario,
la dicha y el lamento, mi más dulce y cruel tormento.
Eres fantasma del lejano pasado
que se cruzó en mi presente
cuando más me encontraba ausente
transcurriendo sin más vida
que una piedra en el desierto
reseco por dentro, resquebrajado.
Eres frío en el verano, calor en los inviernos
eres cielo, eres infierno, al que he sido condenado,
entre ángeles y demonios, beatos y atormentados.
Eres paz y eres guerra, eres revuelo y calma,
amor y odio, compañía y desolación,
eres la vida que corrió en mis venas
y la muerte que se instaló en mi alma.
-. Par
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04092018