Mi fuente de alimentación
eras tú
tú eras mi gloria y,
a la vez,
su presagio.
Todo lo que tú jutaste
se hizo carne,
sin yo consentirlo
en mi piel.
Todo lo que yo vi en ti
fue el desastre
que te inventaste a conciencia
para enjaularme
y tenerme para ti.
Como verás, hablo en pasado.
Aún tengo raíces que fortalecerme,
aún
el pedrusco de mi carne
humedece,
se desidrata y echa
falso agua,
sangre.
Aún la herida
puede dolerme.
Pero ahora,
que si,
que ya soy capaz de quererme,
no te regalaré ni mi sombra,
ni la sombra que abandoné
cuando tú me abandonaste.
Desde el principio
el miedo fue mío
tuyas fueron las ganas de odiar.
Poco a poco rejuvenezco
echando a alta mar
las pobreduras de tu desgracia.
Que ya no me quedas tú
ni nada de \"tú\"
aquí dentro.
Pero quedan resquicios
por haber madrugado
pensando y creyendo
tus cuentos.
Y, aún así,
fui más lista
de lo que esperaste;
supe alejarme.
Tú no lloraste,
tú si gritaste,
tú si
endeudaste
con prejuicios y castigos
todo el talante que hoy resucito,
recuperando de mis estribos
el caballo negro de Platón.
Soy
la encarnación
del caballo negro.