¿Qué es el placer sin el preciso
escándalo del corazón?
¿Sin las voces sofocadas
y el calor?
ahí está el sobrecogimiento
agazapado,
con los ojos brillantes
y los labios húmedos,
esperando la explosión,
acumulando esporas de luz,
aguardando la fecundación
del fuego dentro
de los músculos,
la eclosión de la carne
convertida en temblor;
y después,
la paz,
la laxitud de los sentidos,
como volar
sobre un espejo transparente,
escuchando a la hierva cantar.
Eduardo A. Bello Martínez
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