Piensas irte, mas no podrás marcharte,
necesitas la luz de su mirada,
tu comprendes que debes de quedarte
pues te tiene de amor aprisionada,
y sería locura abandonarla
pues te quedas por siempre desolada.
No pensaste llegar a venerarla,
tu creíste sería solo un juego
y que pronto podrías olvidarla.
Si la dejas te pierdes como ciego,
sin tener en tu senda noble guía
del arrullo de paz, y el gran sosiego
que nos brindan sus rayos cada día,
cuando llegan del tiempo sus vacíos
y naufragas en mares de agonía.
Esos miedos que tienes tan impíos
solo puede causarte gran tristeza,
tu permite que vuelvan los rocíos
a llenarte de amor y de terneza,
no le pongas candados a quimera
cuando trae en sus alas la pureza.
Si por miedo la duda te cerniera,
con la fe tu destruyes sus cadenas
y si quieres sentir la dicha entera
siempre olvida rumiar antiguas penas;
y procede a vivir con alegría
esas horas que pasan tan serenas
y nos llenan de ensueños ¡Alma mía!
Autor: Aníbal Rodríguez.