La ignorancia se desliza,
como un áspid sibilino.
Reptando como un ofidio,
entre lujosos vestidos.
Se disfraza de saber.
Y su disfraz es su oficio.
Sestea entre los mortales,
con sonoros apellidos.
Y medra entre las riquezas,
como un salmón en el río.
Entre el ruido se camufla,
para guardar bien el tipo.
Y recita frases hechas,
rimbombantes y sagaces,
para aparentar que sabe,
y así esquivar el ridículo.
Cuando el sabio profundiza,
se aleja despavorido.
Jamás le teme a la bronca,
donde siempre encuentra sitio.
Cataratas de razones,
inundan los pensamientos.
Van esculpiendo la vida,
modelando la existencia.
Dan sentido a las palabras,
y conceptos a la ciencia.
Vistiendo de realidad,
a ideas y sentimientos.
Más la palabra enmudece,
cuando da paso a los hechos.
Una mirada descubre.
Y con un sencillo gesto.
Se dicen muchas palabras,
que quedan mudas por dentro.
Es tratable la ignorancia.
Y tiene cura de hecho.
Basta con pode salir,
desde su angosto agujero.
Abrir toda las ventanas,
al sutil conocimiento.
Superar la encrucijada,
que va sellando su encierro.
Y rompiendo las cadenas,
que amordazan su cerebro.
Navegar hacia la luz,
como un ligero velero.
Mucho ignora el que más sabe.
Cuando queriendo saber,
su ignorancia es su maestro.
A.L.
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