Si te dijera que estoy mal.
Si te dijera que realmente no comprendo en qué parte de este maldito ajedrez me encuentro,
si tan sólo soy otra pieza en este tablero.
Si te dijera que no me encuentro,
que estoy cansado,
que pasé de estar perdidamente enamorado a estar perdido,
como todo loco,
como todo enamorado.
Si te dijera que el intentar comprenderme sólo me hace estar más confundido.
Si te dijera que ya no pienso en el cómo ni el porqué de mi muerte,
porque el día que llegue le estaré agradecido del mismo modo que lo estaría si se perdiera en el camino.
Si te dijera que estoy mal.
Si te dijera que este veneno color pardo,
el de tus ojos,
se ha tomado el poder y ha dictado que cada vez que te cruces con los míos,
dispare a mi corazón,
ordena que se detenga.
Si te dijera que tus ojos han atormentado mi piel,
mi sangre y hasta mi propio ego,
pero sé que yo lo he permitido.
Si te dijera que no estoy arrepentido.
Si te dijera.