Las horas bandidas
roban mi templanza
Los imponderables me aventan
a caminos fúnebres
El silencio me consuela
amedrentando mi cabeza
en esta nueva gravedad.
Me arrastro catatónico
hacia los intersticios que yacen
entre la levedad y el peso.
Buscando la densidad justa del alma
No hay amnistía alguna
para mi encerrado corazón.