La emoción caló la piel.
La lividez fue evidente.
Y los ojos se agrandaron,
ante el hecho sorprendente,
de que no se podía ver.
Rodó al suelo la certeza.
Se deslizó la razón.
Y trepando la conciencia,
comprendió la sinrazón.
Una masacre encubierta,
de pronto se desveló.
Fugaces son las palabras.
Efímera la pasión.
Al blindar el corazón,
con una reja de acero.
Se detiene la emoción,
enquistada por el miedo.
Reina la noche profunda,
cuando el odio está al acecho.
Senderos en soledad,
de sonidos inconexos.
Impenetrable la sombra,
que alimenta los secretos.
Y una sonora verdad,
que atraviesa hasta los huesos.
Quedó en suspenso la vida.
Cuando al contemplar el hecho.
Se congelaron los músculos,
temblando en el esqueleto.
Y en una nube rojiza,
como de pólvora y fuego.
Los sonidos y las voces,
fueron desapareciendo.
Silencio gritó la aurora.
Beso de bronce los cerros.
Iluminó las carencias.
Y destapó los senderos.
Desnudó las apariencias,
revelando lo concreto.
Y el viento cruzó los cuerpos,
que posaban como muertos.
Llegó la luz caminando.
Con un aura de misterio.
Como flotando en la ausencia,
de los perdidos recuerdos.
A.L.
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