Del dulce temblor
que de aquellos labios
sólo era el pálpito más sostenido
de un miedo abismal
a sentir que sentías.
Recuerdo como te imitaban las nubes
cuando tu carmín
y tu mirada encendida
se comulgaban el sagrado atardecer
de arrebol y anillados nimbos
...estremeciéndose.
En: El Sentido del navegante. Instituto de Estudios Modernistas, Valencia.